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Por Cronkite Noticias
PHOENIX – Las cajas de mudanza están abarrotadas en el pasillo, mientras que los retratos familiares yacen arrinconados contra una pared blanca. En la sala hay dos sofás colocados uno cerca del otro; son los únicos muebles en la vivienda.
Esta pequeña casa ubicada en el oeste de Phoenix, es en esencia, una página en blanco. Es el comienzo de un nuevo capítulo para una familia, que se vio obligada a navegar por la vida durante el ultimo año, sin el apoyo de los padres.
“Apenas nos mudamos, así que es un desorden”, dijo Stacy Molina.
Molina tiene 20 años y es la hermana mayor de Daniel de 16, José de 10 y Guadalupe de 8. Después de que su madre Gloria Jiménez Nájera fuera arrestada en marzo bajo sospechas de robo de identidad, Molina tuvo que asumir el papel de madre y padre.
“Hay momentos en que mi hermana dice que la extraña y después empieza a llorar a media noche”, dijo Molina, cuyo padre fue deportado a México semanas antes del arresto de su madre.
“Tienes que ser fuerte, aunque no te sientas fuerte. Es muy difícil aguantar. Es muy duro”.
Molina y sus hermanos no son los únicos en esta lucha.
A nivel nacional, el ocho por ciento de los niños –es decir–, más de cinco millones, han tenido un padre tras las rejas. La tasa es aún mayor en Arizona, en donde aproximadamente el 11 por ciento de los niños han tenido un padre encarcelado en las poblaciones indígenas, afroamericanas y latinas comparadas con los blancos no hispanos.
Ahora, nuevos datos muestran que éstos niños son propensos a efectos psicológicos que pueden persistir por años.
En un reciente estudio, JAMA Network Open, una revista publicada por American Medical Association, encontró que el encarcelamiento de los padres está asociado con el número de problemas que comienzan en la infancia y continúan hasta la edad adulta.
Durante 23 años, los investigadores siguieron a 1,420 niños de 11 áreas rurales de Carolina del Norte, los evaluaron anualmente hasta que cumplieron seis años y de nuevo a las edades de 19, 21, 25 y 30.
Cuando llegaron a los 16 años, 475 de dichos niños tuvieron una figura paterna tras las rejas. Como niños, ese grupo tuvo una alta tasa de depresión, problemas de comportamiento y déficit de atención e hiperactividad. Cuando llegaron a su vida adulta, estaban más propensos de sufrir de ansiedad, aislamiento social, uso de drogas o terminaron ellos mismos encarcelados.
Beth Gifford, líder, autora del estudio y profesora asistente de investigación de Sanford School of Public Policy de la Universidad de Duke, dijo que el lapso del estudio permitió a los investigadores explicar otros factores que podrían causar tales condiciones.
“Debido a que estábamos buscando resultados en adultos jóvenes, pudimos controlar adversidades infantiles como el estatus socioeconómico familiar, la exposición al maltrato infantil y algunas otras cosas que potencialmente habrían impactado estos resultados”, dijo Gifford.
El Dr. William Copeland, profesor del departamento de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad de Duke, gestionó la recopilación diaria de datos y dijo que los hallazgos apuntan a un problema grande de salud pública que está siendo alimentado por las altas tasas de encarcelamiento.
“En los últimos 30 a 40 años, la tasa de encarcelamiento ha aumentado en los Estados Unidos, lo que significa que hay más niños que están creciendo en un hogar con un padre tras las rejas”, dijo Copeland.
“Nuestro mensaje es la salud pública. Necesitamos encontrar una alternativa a las altas tasas de encarcelamientos, porque están abordando un problema, pero están creando otros que van a estar con nosotros por generaciones”.
“Ellos encontraron algunos papeles que no eran de ella, que no estaban bajo su nombre, como un seguro social que no era de ella”, señaló Molina.
Ahora ella, su hermana y sus hermanos han sido obligados a crecer rápido. Molina insiste en ser lo más honesta posible con ellos cuando les habla de los problemas que enfrentan como familia.
“No escondo nada”, dijo. “Ellos son niños inteligentes; ellos saben todo”.
Otro de los momentos más difíciles es cuando sus hermanos menores le preguntan sobre su madre y que cuándo va a regresar a casa. Ella dijo que lo más que puede hacer es recordarles de los buenos recuerdos de su madre.
“No dejo que ellos la olviden”, agregó.
Daniel de 16 años abandonó la escuela para trabajar a tiempo completo en jardinería y así ayudar a su familia. Guadalupe, la más joven cumplió nueve años hace algunos meses sin la compañía de su madre. Cuando se le preguntó qué quería, la pequeña respondió: “Nada. No necesito nada”.
El sueño de Molina ha tenido que esperar. Recientemente renunció a su trabajo en un hotel para dedicar más tiempo al cuidado de sus hermanos. Recibió un poco de ayuda financiara de organizaciones como Puente Arizona, un grupo que trabaja en ayudar a las familias migrantes. Eso, en parte les ayudó a mudarse a una casa nueva. Pero por la mayor parte, los hermanos tratan de salir adelante por su propia cuenta.
En Arizona, se estima que 160,000 niños viven en hogares al cuidado de sus abuelos u otros parientes, de acuerdo a Arizona Children’s Association. Y, sin embargo, solo unos pocos grupos en todo el estado están trabajando en ofrecer recursos para esas familias.
Anna Loebe, supervisora de un programa de Children’s Association, inspecciona un programa que ofrece servicios de apoyo, con gran parte de su trabajo enfocado en proveer ayuda a personas como Molina.
“Sabemos que los niños están pasando por problemas de abandono, pérdida y una serie de diferentes situaciones de comportamiento. Muchos de nuestros casos son el resultado de que los padres de los niños están en la cárcel”, dijo Loebe, quien realiza reuniones de apoyo cada martes en donde escucha los efectos reales en las personas que están en esa situación.
Muchos reportan problemas de aislamiento, indica Loebe. Los grupos de apoyo han comprobado ser un recurso valioso, ya que permite a los encargados del hogar a conectarse con otros que están en situaciones similares.
En Tucson, Kinship Adoption Resource Education Family Center ofrece cinco grupos de apoyo. También proveen de servicios legales y clínicas en donde se habla de temas de cómo obtener la tutela de niños.
Los niños Molina tienen contacto limitado con su madre, únicamente pocas conversaciones por video desde la cárcel Estrella. La madre se declaró culpable para reducir los cargos y fue sentenciada a libertad condicional, según documentos de la corte. Hace unos días, fue transferida a el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) según dijo el sargento Joaquín Enríquez, vocero de la Oficina del Alguacil del Condado Maricopa.
En medio de sus circunstancias, la mudanza reciente de la familia se sintió como algo refrescante, un cambio necesario, uno que proporciona un cierre muy necesario después del arresto de su madre. “Cuando estábamos en esa casa vieja, constantemente estábamos asustados de que la policía volviera”, dijo Molina.
Es imposible no preocuparse por los efectos emocionales a largo plazo de la ausencia de su madre, especialmente en los más pequeños, dijo Molina. Pero su confianza mutua les ha dado cierta sensación de estabilidad en unos pocos meses de tumulto.
“Mi mamá siempre nos enseñó a cómo cuidarnos. Siempre nos enseñó a cómo amarnos”, dijo. “Cuando ella y mi papá se fueron, yo me tuve que encargar. Fue duro, pero me las arreglé para salir adelante”.
Sentados uno al lado del otro en el sofá en una tarde reciente, los niños se aferran firmemente a las fotos de su familia. José en silencio giró su cruz de oro que colgaba de su cuello; había sido de su madre.
Mientras el grupo se abrazaba junto a la foto, Guadalupe lanzó una sonrisa. Y cuando su fleco cayó sobre sus ojos, Molina se acercó, como cualquier madre, para alejarlo.
Este reportaje fue escrito originalmente por Kyley Warren.
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